lunes, 11 de agosto de 2014

Del origen de las especies

Es bueno hablar de los orígenes. A veces, nos olvidamos del momento en que esas partes de nuestra vida ahora indispensables, que un día arraigaron en nosotros, surgieron de algún lugar o alguna forma.
En mi caso, los videojuegos llegaron con aquel Spectrum 48K que tenía mi hermano. Tenía muchas cintas originales y a mí me fascinaba ver todo eso en movimiento. Mis primeros pinitos con la interacción (¡y qué torpe me recuerdo! Casi tanto como me siento ahora jugando a otros juegos modernos). Era mi hermano mayor y le tenía, como a muchos les habrá pasado, idolatrado. Tenía que seguir sus pasos porque era un modelo de admiración. Recuerdo los posters con portadas de Azpiri en el piso del Tozal, que no existe ya. Recuerdo jugar a Atic Atac. O más bien, verle jugar. Y darle la brasa posteriormente para que me pusiera los juegos, cuando él, comenzaba su etapa con otros intereses.

Igualmente fue él mismo el que me adentró en la fantasía y el rol. Con aquel libro rojo del Señor de los Anillos, jugamos partidas con un buen amigo suyo. Yo quería matar y ser munchkin. Quería ser un enano (pero idealizado, claro está), porque normalmente en las novelas que leía los enanos no salían muy bien parados (¡Pobre Flint Fireforge!).

Igualmente, mi madre me mimaba y sorprendía con juegos de rol diferentes, con comics y cromos de Batman (de ahí conservo una copia del Retorno del Caballero Oscuro). Con los libros de elige tu propia aventura, los que había de Dungeons and Dragons, Lobo solitario… El Hobbit, para leerlo en clase y más tarde el Señor de los anillos. ¡Ambos de ediciones Minotauro! El verde y el rosadito respectivamente. También recuerdo ese año en que el Heroquest llegó a casa… Y se jugó una partida. A todo el mundo le parecía un coñazo, y yo era muy pequeño para aprender a jugar. Tiempo después lo valoraría mucho más cuando empezase a pintar miniaturas (pobres de ellas…) con lo primero que tuviera a mano.

Aquellos tiempos se marcharon hace mucho, pero yo seguí encabezonado en que todo aquel mundo me enriquecía mucho más que salir a dar patadas al balón ahí fuera. Y no es porque no lo intentase, pero el deporte no era lo mío… Ni confraternizar con los chavales normales. Ellos no entendían lo que yo había elegido para hacerme mayor y al no poder hablar de esas cosas con ellos… Me aburrían. Los videojuegos era otra cosa, pero claro, tampoco la gente los veía como lo hacía yo. Algún amigo sí que he tenido, como F., J.I., que compartían como yo ciertas inquietudes similares, pero como suele suceder, acabamos tomando caminos separados.

Ahora miro atrás a todo ello con cariño y cabreándome porque me dejo muchas cosas en el tintero (las cajas grandes de aventuras gráficas de Lucas como Loom, Monkey Island, Maniac Mansion). Me viene el sabor y olor a humedad de la bodega cuando estaba aquel IBM PS1. No soy capaz de recordar todas las cosas que han hecho que ahora sea así. Pero no me queda otra cosa que agradecer a todos los que contribuyeron a mantenerlas en mi vida. A los que las compartieron conmigo y con los que, en estos tiempos, nos sentamos y a veces recordamos que estuvieron allí.


Ojalá me resultase tan sencillo soñar como me lo era antes. Ojalá recuperase esa concentración de ilusión en algo particular. Ojalá pierda algún día la tristeza que me viene al hablar de todas estas cosas que ya no están tan cerca como me gustaría que estuvieran. 

sábado, 9 de agosto de 2014

Del más allá (al más acá)

Acabo de llegar a casa y al mirar el cielo despejado ¡BAM! ¡Una estrella fugaz! Me he puesto tan nervioso que he pensado tres deseos diferentes. Me he rayado en tan poquito tiempo pensando “¡Hey! Que lo que desees puede ser como lo que te ofrece el diablo, ¡hay que medir muy bien las palabras!” y he modificado mi deseo hasta que no ha quedado estrella. Al final me he dicho… “Si tiene que ocurrir, ocurrirá.” Mi momento de ilusión, en un día cómo el de ayer (es muy, muy tarde aunque mi sobrino siga jugando al maldito league of Legends), ya me ha hecho feliz.

Siento haber empezado la casa por el tejado, y no haberme disculpado por tanto tiempo sin hablar conmigo mismo. Imagino que no tengo lectores ahí fuera, pero por si los hubiera, ha sido un mes bastante movidito. Parece que los cimientos de mi vida empiezan a mutar y que empiezo a ver progresos como en un todo. Pero bueno, os voy a ir contando poco a poco…

El peor momento de este “lapsus” fue el perder a mi gatita Rosy. Como ya os había contado, ella significaba mucho para mí, porque había elegido venir conmigo y compartir su vida con mi familia. Es cierto que quizá al principio no supe apreciar su compañía del mismo modo que en los últimos años. Pero creo firmemente, que estaba cuidando de mí. Que de alguna manera, sabía que iban a llegar malos momentos y que ella estaría ahí para estar a mi lado. Había creado lazos muy especiales con aquel animal. El cáncer apagó sus cacerías y fuertes ronroneos. Pero nunca podrá apagar mis últimas visitas y mis besos a la que decidiría ser mi compañera hasta el final. Sé que me pongo un poco metafísico, pero quizá la estrella de hace un rato es uno de sus zarpazos desgarrando el cielo de tela azul, felicitándome por algo que quizá hice bien hoy.

El resto del tiempo, ha habido bajones, como no, pero en general debo decir que el balance es bastante positivo. Con cada golpetazo en la cara procuro sacar una sonrisa y estudiar el porqué de ellos. Analizar la parte buena y el mensaje que viene con cada advertencia en forma de disgusto. Hoy he tenido uno de ellos, referente al amor. Al principio he enseñado los dientes, me he puesto nervioso y he sacado el animal que llevo dentro. Pero mi buena amiga A. a la que últimamente recurro aunque sólo sea para escucharme, me ha tranquilizado. He respirado un momento, he visto que podía amargarme todo el día con la tontería y finalmente he respirado hondo y me he dicho: “Es una prueba y debes ser mejor que todo eso”. Me he relajado y he arreglado (quizá preocupándome demasiado) un poco la situación. Creo que he dado en el clavo, resolviendo la situación demasiado bien. Eso me recuerda que, a pesar de lo que suelo ceder, sigue quedando en mí un guerrero dispuesto a sacar las armas y luchar por aquello que desea. Y mejor aún ha sido el ver que puedo parar un momento y pensar cómo ser mejor y por supuesto, cómo poder vivir mejor.
No es echarme flores, pero sí plasmar un poquito cómo trato de evolucionar. Me gusta el JD que se levanta cada día con ganas de mejorar y que acepta y afronta lo que se le viene encima.

Siguiendo esta misma pauta, he aprendido que no debo temer a hacer lo que considero que no hace daño pero que los demás no se atreven. Con un poco de picaresca, también puedo combatir la vergüenza y salirme con la mía (¿verdad Srta. S?). O por lo menos transmitir aquello que no puedo con palabras. Por supuesto, siempre dentro de la inocencia.

Creo que empiezo a desbarrar una vez más. Enlazo frases y termino con una visión distinta de con la que comencé este texto. Y eso me agrada. Significa que, poco a poco, voy encontrando el camino a mi gloria (en el más acá).


PD: He omitido la parte mundana, en la que entra en juego cosas de trabajo, más aburridas y simplemente extenuantes. No me sobra el tiempo, pero el que tengo, lo quiero aprovechar ahora más que nunca J

lunes, 30 de junio de 2014

Nebraska

Hoy he visto la película Nebraska en familia y me ha gustado. Me parece que ha sido bastante interesante y con mensaje acorde con los momentos que me tocan vivir actualmente: sentido de la vida, el valor del dinero y la familia. Eso sí, con mucho sabor Yankee.

Así es, se revuelven de nuevo los demonios de buscar un objetivo que perseguir, de tomar decisiones, de valorarse a uno mismo y su trabajo y de tener que atender las necesidades de aquellos que más te quieren. Nada que no le pase a nadie normalmente (excepto los que tienen la vida asegurada, aunque imagino que ellos tendrán otros problemas). De todos modos, no es una cuestión de quejarse, ya que, haciendo un poco de examen de conciencia, yo no debería hacerlo (precisamente por la suerte que tengo de tener la familia que tengo).

Os pongo un poco en situación. Estos días han sido intensos con ajetreo en el trabajo. Con ansias de saber más del futuro, para poder organizarme y tener una cierta “seguridad” quimérica. Surgen momentos en los que hay que decidir y uno no sabe si los pálpitos que le dan son fruto del acobardamiento o bien del verdadero olfato objetivo de las cosas. Siento que algunas veces me he engañado a mi mismo con algunas de ellas. Aunque está claro que es sólo una sensación… Debo estar lo suficientemente mal como para no darme cuenta si realmente fueron o no así. Sin embargo, poco importa eso. Hay que cambiar, mirar al futuro, sacar pecho y seguir adelante. En los juegos, las decisiones son lo que los hacen divertidos paradójicamente. No tenemos suficiente con tener que decidir en la vida real, si no que nos gusta el confort de la simulación seguro de situaciones en las que hay que tomar decisiones para ganar. Puede que venga impregnado de un carácter competitivo primitivo de obtener la supervivencia y de paso machacar al otro por el camino (si es Francés mejor, con mucho respeto, pero algo debieron de hacerles a mis antepasados para que mi ADN conserve algo de rencor hacia ellos [sobretodo porque casi no he conocido a muchos de ellos y el tener ese sentimiento que surge de “no sé dónde” no me parece ni correcto ni agradable). El caso es que, me ha tenido muchas noches en vela ese agarrón de entrañas que se siente fruto de los nervios y la incertidumbre.

Pero no todo ha sido malos momentos. Marchar a Desafío Wargames y poder disfrutar de la compañía de otros desarrolladores que te presentan con ilusión sus proyectos y te impregnan de ese positivismo… No puede ser nada más que una experiencia buena y agradable. Me fui apenado por no poder dejarme más dinero por los ratos que pasamos entre ellos. Me dolió también el hecho de enterarme que algunos puestos se marcharon perdiendo dinero, no ya por las empresas, si no por las personas que me presentaron y con las que casi no tuve relación ni contacto. Pero bueno, la vida es así, no dispongo de todo el dinero que me gustaría para recompensar todo el esfuerzo de todo el mundo. Ya me gustaría… Y sobretodo el tenerlo y no haberme convertido en un gilipollas avaro y rancio.


Al final como resumen me viene a la cabeza la típica reflexión de si el dinero da la felicidad o no. De si al menos ayuda a tenerla. De tener una visión y querer alcanzarla y que las circunstancias, las malas decisiones o la gente que te rodea perjudique u obstaculice alcanzarlas. De si dar tantas vueltas a las cosas es realmente bueno. Trabajo da dinero, el dinero te sirve para vivir y para tener ocio. El ocio te hace más llevadero el día a día y alimenta la alegría. Está claro que todo eso hay que edulcorarlo con una buena ración de mirar con las gafas de ver las cosas “para bien” y jubilar las de “para mal” en algún cajón cercano (para no perderlas, que blasfemar en arameo con esas lentes puestas siempre viene bien y ensalza el alma).

viernes, 13 de junio de 2014

Disco pub sauna y visita al infierno

Hoy me he levantado, que no es poco. Podría decir que parece que me haya pasado un camión por encima. Menos mal que mis neuronas parecían seguir funcionando esta mañana… Porque he ido a trabajar y he podido hacerlo con cierta normalidad. También es cierto que ayer sólo tomé una bebida refrescante (zarzaparrilla, que no tengo ganas de publicidad de bebidas) porque tenía que coger el coche y al día siguiente trabajar.

Pues bien, os preguntaréis, ¿cómo he terminado yo allí? Mi buen amigo JP decidió que, tras tener un día un poco duro en sus estudios que le mantienen bastante alejado de la Humanidad (creo que después de escribir esto no tengo muy claro que debiera seguir escribiendo dicha palabra con mayúscula), debíamos salir. Habían terminado las jovenzanas la prueba de selectividad, y para JP todavía rondaba la fantasía de poder encontrar alguna mujer que encajase en sus estereotipos de la perfección. En realidad sabía que lo único que quería era airearse… Ya empezaba todo esto a oler a aquellas épocas “doradas” en las que se salía a pernoctar como si de la canción de Daft Punk “Lucky” se tratase. Ilusiones vacías que terminaban en interminables noches que culminaban volviendo a casa después de haber tirado a la basura muchas horas de tu vida. Bueno, miento, una de ellas me traje a casa a mi querida gata, ya que me siguió un largo camino para después nunca regresar de donde vino. Desde luego si la conocierais, os diría que todas esas salidas nocturnas merecieron la pena por encontrarla a ella.

Pero no quiero desviarme del tema mucho más. JP tenía una buena jaqueca y aún así, deseaba quitar el velo misterioso que nos tenía que ofrecer la noche. La zona de bares parecía desierta… Casi nadie en las calles. Pasabas de largo los vacíos bares y eso que era la 1 de la mañana. Hicimos una primera parada en un bar, lugar en el que compartimos conversación con un amable camarero. El tema, cómo no, el desamor. Un clásico de las noches vacías y casi como una broma pesada por los momentos que nos tocaba vivir.

Igualmente, el tono general de la conversación fue animado. Últimamente estaba descubriendo los placeres de mirar la vida con el prisma positivo y parece que daba resultado. Los puntos fuertes: “La mancha de una mora con otra se quita”, “Ya podía haberla mandado a tomar por culo antes que ella a él y así darse el gustazo” y “El tiempo lo cura todo”. Resumen práctico, rápido y muy esquemático. También hubo una pequeña disertación de las opciones que teníamos para encontrar fiesta: Ya las conocíamos todas (con escaso éxito)… excepto una.

JP no cesó su empeño en busca de “la noche loca” y decidimos probar suerte en un bar al que no habíamos podido ir anteriormente. Nuestro amigo Y detesta los lugares atestados de gente… Pero en ese momento, los protagonistas de la historia éramos JP y yo (cual capítulo de Juego de Tronos tan de moda en la actualidad).

Y ahí comenzó todo: Nos encontramos con el hermano de Y, el grandioso J y su buen amigo B. Ya iban un tanto perjudicados, lo cual haría más amena y llevadera la aventura que nos esperaba. Hoy bajaríamos a la sauna-infierno… Y subiríamos de nivel cual nivel de las vacas del Diablo I. Sinceramente, voy a ser conciso y breve como lo sería Tolkien: Jovenzuelas, con mozalbetes imberbes, bakalones, musculitos y en mi cabeza un eterno “quécoñohagoyoaquí”. Traté de pasarlo bien, lo prometo. Bailoteé cual imbécil a ritmos de horror (El señor J sabe apreciar la música, cada dos por tres me repetía “La música que ponen aquí es guena guena” a lo que yo respondía “¡Es crema!”). Me bebí mi zarzaparrilla refrescante (evitando que fuera derramada por el impulso de algún frenético bailoteo de algún paisano), y disfruté de la sauna humana que nos ofrecía aquel habitáculo/espectáculo, frente al roce social (que en este caso no hace el cariño).

Como toda noche de nuestra adolescencia terminó de un modo similar. La amiga de turno de bla que se ha puesto mala/a llorar/dramatizar su vida culpando al alcohol y el desenfreno de sus actos y por tanto el amigo X que va a ayudar como un gilipoll… DigoooOoO como un perfecto caballero y acaba media noche disfrutando de una agradable velada entre sujeción de cabezas para un vomitado perfecto, curso de psicología avanzado por correo y en algunos casos, servicio de correo humano hasta casa. ¿Pagafantismo, bondad innata, absurdez lamentable? No lo sé. Luego la gente se dispersó para disponerse al acto de caza, focalizando en las víctimas cual documental de Félix Rodríguez de la Fuente. Y llegado el momento, decidí escapar cuando ya era una hora menos que más prudente para hacerlo.


Me estoy haciendo viejo. No entiendo el mundo que me rodea (ni creo que él me entienda a mí). Mira que adoro mi ciudad, pero cada día que pasa, me convenzo más de que es una jaula para mi vida más que otra cosa. Por lo menos en lo que buscar pareja se refiere. Os dejaré un momento de reflexión con mi “historia de una Ida a la adolescencia y una Vuelta”. Sed buenos… O no, total, no entiendo nada.   

jueves, 12 de junio de 2014

A blast from the past!

Muy buenas a todos,

Lo cierto es que desde hace un tiempo que ando más quemado que la moto de un hippie y tenía ganas de crear un cajón desastre donde poder blasfemar y arrojar todo tipo de palabrería sin sentido que me hiciese perder algo de tiempo y de ese modo no pensar tanto en el día a día, el futuro y el pasado. 

Así que me he puesto manos a la obra y he tratado de comerme la cabeza para saber cómo poder llamar a este espacio íntimo y desenfadado para poder hacer lo que me venga en gana. La solución surgió más rápido de lo que preveía: La bodega. Hace ya un tiempo, mi buen amigo aeronáutico M (sí, no esperéis nombres propios porque no me sale de los huevos difundir ningún tipo de información acerca de escrotos ajenos), llegó a la gran conclusión de que, este cuarto, más lleno de trastos que de vino, había servido de cobijo durante muchos años a multitud de personas que queríamos soñar o al menos disfrutar de buena compañía en un lugar tranquilo. Además, creo que he pasado la mayor parte de mi vida metido allí dentro (algunos pensaban que llevaba un negocio irregular por eso mismo). Videojuegos, cumpleaños, partidas de rol, de juegos de mesa, wargames, mujeres (si, bueno, la pequeña bodega ha visto mujeres también)... Incluso en algún momento creí que habitaba un vampiro (de eso hace ya mucho tiempo, espero). 

Como veis, está claro que era necesario crear un pequeño homenaje a la misma. Además, como ya he dicho, es un lugar donde se almacena el polvo, las escolopendras en verano, viejas minis y muchas, muchas historias. Ahora dejaré abandonadas entradas para que críen polvo y siga el ciclo de las cosas y seres que allí habitan. 

¡Un saludo! y espero que disfrutéis de la visita.